Todavía estoy tan fuerte como cuando fui espía. Pastor Randall Gamboa Guillen.

 Cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra.

Josué 14: 10-12

“Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. Dame, pues, ahora este monte…”

La salida de Egipto ya había dejado la resolución de un veredicto: Dios es sumamente poderoso para libertar a su pueblo, y por otra parte, el hombre es sumamente insuficiente para salvarse por si mismo y además obstinado cualquiera que sea su camino.

La aún fiel mano de Dios, guiaría al pueblo a la tierra buena, a la prometida por El. Solamente que aquella estaría ocupada por pueblos paganos, e Israel debía caminar hacia ella y tomarla. (Como hoy aplicaría para su amada iglesia).

Moisés, por mandato de Dios, escogió a 12 príncipes entre las tribus, para que fueran 40 días a espiar y que sus noticias o su informe dieran una especie de mapa para sus líderes a la hora de poseer la tierra donde fluía leche y miel.

Parecía fácil tarea, sobre todo porque Dios había dado un despliegue de poder único delante de sus ojos. Pero no, de los doce enviados, diez insistieron en que no se podía, pero dos creyeron que era el momento de entrar, (Josué y Caleb). 

El informe de la tarea no era cosa pequeña para el Señor, de tales noticias dependía la incursión a la promesa de Dios.

Tan es así, que el informe desalentador de los 10 les costó su vida, pero aquellos dos espías fieles tuvieron que esperar mas de 40 años para poder ver de nuevo su prometida tierra, pues la ira de Dios cayó sobre casi todo el pueblo debido a la gran murmuración que tuvo lugar en el desierto.

Después de muchos años, cuando Moisés ya no estaba, y cuando los querellosos habían muerto, fue la hora de Josué de conquistar y heredar. El libro de Josué relata aquellas victorias sobre Jericó, Hai, y sobre los pueblos cananeos y amorreos. 

Y cuando la repartición de tierras se daba, apareció un viejo. Si, un viejo de 85 años que había sido fiel a Dios toda su vida. Que había aguardado la promesa, y que tuvo que soportar el éxodo innecesario por el desierto debido a la desobediencia de aquellos. 

Si, Caleb. Aquel muchacho, espía de 40 años, fiel, obediente. De aquellos que siempre están, que no renuncian, que esperan, y que en lugar de debilitarse en la fe, parece como que más bien se le multiplica. 

disculpa Josué… replicó el viejo Caleb.

¿Te acuerdas cuando éramos muchachos y se nos envió aquí, a esta tierra que pisan nuestros pies?

¿Te acuerdas lo que Dios dijo tocante a mi en Cades-barnea? 

¿Te acuerdas que las noticias de mi espionaje fueron buenas conforme a mi corazón?

¿Te acuerdas que todos nuestros 10 amigos desalentaron al pueblo, pero yo, al igual que tu, seguí obedientemente al Señor mi Dios?

Debes acordarte Josué, estabas ahí. Estoy aquí para tomar con mi mano la tierra que Dios me prometió. -He esperado tanto este momento-. Tengo hijos, y nietos que esperan mi herencia.

-Josué, las mismas fuerzas que tenía hace 45 años, son las mismas que tengo ahora, dame ahora ese monte, porque las fuerzas no las he perdido, aquellas fuerzas que tenía joven, son las mismas que tengo ahora. 

La gran lección de Caleb, es para nosotros. 

Nuestra carrera no ha llegado al final. Nuestra vida sigue estando en las manos de Dios en una constante escuela de formación. No podemos quedarnos en el desierto lamentando las cosas que tenemos que superar, o los gigantes que tenemos que vencer. Si Dios es por nosotros, quien contra nosotros.

No podemos sentarnos a llorar por la conquista que nos espera, creyendo que caminamos hacia la derrota. Debemos de ser como Josué y Caleb, que siempre pensaron que aquella tierra era buena y que debemos entrar por ella.

No hablemos mal de la tarea de Dios. Su promesa es buena, noble, y maravillosa. Recordemos las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 10, cuando escribió que todas aquellas cosas que pasaron los israelitas sucedieron como ejemplo para nosotros, para que no tentemos ni murmuremos en contra del Señor.

Quienes hablan mal de la obra de Dios, quedarán postrados en el desierto.

Quienes hablan bien de la obra de Dios, y sirven al Señor, entrarán en la tierra prometida.

Pastor Randall Gamboa Guillén


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Descripción general de la privacidad

Este sitio web utiliza cookies para que podamos proporcionarle la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en su navegador y realiza funciones como reconocerlo cuando regresa a nuestro sitio web y ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones del sitio web le resultan más interesantes y útiles.